jueves, 5 de junio de 2008

"La Tragica vida de Inocencia Cadalso"(Una mujer con olor a bencina)

La mañana del entierro, despuntó con un sol mortecino y con esa humedad propia de los primeros meses del otoño.Nos habíamos quedado en la "Casa velatoria" hasta casi las primeras horas , engañando al estomago con unos matecitos lavados y "ausentes"... la mirada perdída de la Tia Piruca en los azulejos empañados de la pequeña cocina, o el parpadeo de Porota entre cada cebada, convertía a los recuerdos, en fantasmales evocaciones,y a nosotras mismas, en las sombras de aquellas escenas infantiles, donde la abuela era un peso pesado dentro de ese cuadrilátero emocional, que habia sido la infancia.

Porota, junto con el dr. Pasalaccua fueron los encargados de despertar a los viejos que se habian quedado dormidos en los silloncitos de cuero negro que rodeaban al cajon, entre las coronas de calas con mensajes de pésame en dorado que prometian un "feliz descanso..." o un "Hasta siempre, abuelita"...! dedicatorias tan poco convincentes, como falsas... como si el viaje a la Quinta del Ñato estuviera mas cercano a la beatitud serrana de "Salsipuedes", que a las putrefactas aguas de la muerte...

Pronto, la caravana de cochecitos negros se acomodaba en una sola y larga fila que,solemne y llorosa ,se encaminaba lentamente para la despedida final ,

faltaban las flores y las manos tratando de estirarse hasta las ventanillas del carromato negro,recordé la caravana de rostros sombríos y aullidos lastimosos en el entierro de Evita...

la miré a Piruca, y algo en esa mirada me advirtió, en silencio, que no abriera la boca...por nada del mundo iba a ser yo, la causante de sumar otro disgusto, al que ya teníamos...

No hubo necesidad de ningun comentario, la tia piruca empezaba a recordarlo sin mi ayuda, y lo que siguió, fue un infierno de puteadas fuera de época,donde la frustación por ese amor prohibido y el recuerdo de evita sostenida de la cintura por el General en su ultimo discurso, empañó
y superó cualquier recuerdo presente de la abuela...todavia no terminaba de enfriarse, que ya la habian olvidado..

cuando entramos a la Chacarita, el silencio se habia acomodado entre nosotras, como un viejo gato.

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